14/1/09

BMW M5



Ya desde pequeño tuve claro lo que era un coche. O sea, algo más que un chisme en el que nos metíamos, o nos metían, para viajar y desplazarnos de un lado a otro con toda clase de objetos, la mayor parte de las veces prescindibles. Mi idea de coche era otra. Y muy pronto, contaminado por el olor de la gasofa, la épica de las carreras y otras influencias igualmente reprobables, reforcé el criterio inicial. Un verdadero coche tenía que ser una máquina, un artefacto perfectamente inútil desde el punto de vista de la funcionalidad, pero satisfactorio en la gestión del peso y la inercia, en la capacidad para frenar y acelerar, muy sensible y sobre todo orientado en su diseño para obtener la mayor velocidad de paso por curva. Como el riesgo no lo es todo en la vida, le pedía yo a mi coche ideal que supiera perdonar algunos errores, no todos. Claro que esto último sólo lo supe mucho más adelante.

Este coche no es caro, si tenemos en cuenta que sí hay cosas realmente caras, perfectamente inútiles y que también se pagan con dinero; y también coches que cuestan una pasta y no satisfacen ni emocionan la cuarta parte que éste. El M5 tiene más potencia que muchos Ferraris y Porsches, pero la sirve en un formato familiar, cómodo y relativamente fácil de conducir.

La discreción es su lema
Tiene el tamaño justo (¿me estaré volviendo mayor?) y no es para nada estridente: apenas una M, como en los mejores Audi hay una S. Muy pocos dirían, viéndolo desde fuera y haciendo abstracción del tamaño de las ruedas o la breve altura de la suspensión, que dentro hay todo lo que hay: entre otras cosas un motor enorme, con ocho cilindros y 32 válvulas, todo pulmones y corazón, con un par que no se acaba nunca y una potencia de 400 CV. Incluso en sexta la gente se te aplasta contra los respaldos, aunque familiares y amigos, como te ven disfrutar tanto, tapan con una sonrisa amable sus ganas de darte un guantazo. Es la pera, pero acaso esta vez había sido mejor conducir solo.

Lo que le pasa al M5 es que permite localizar sin estorbos su verdadero contenido: más allá de los revestimientos de cuero y Alcántara, de sus ocho airbags, del navegador o la televisión, del excelente climatizador, de un soberbio equipo de sonido y de un sinfín de accesorios capaces de convencer al más exigente disfrutador de berlinas de lujo, el M5 es ante todo un motor, una caja de cambios de seis marchas, un diferencial autoblocante, unas buenas suspensiones y sobre todo ruedas, muchas ruedas, de 18 pulgadas de diámetro y 8/9,5 de anchura, rellenas las cuatro con grandes frenos. De hecho el M5 se desplaza sobre cuatro enormes rodillos de goma y, aunque la unidad que he probado tenía los frenos y los neumáticos en su penúltima fase, doy fe de que el coche se sujeta, gira y frena como he visto hacerlo a contadas berlinas de su tamaño, y sobre todo de su peso. Que un coche de más de 1.700 kg se ponga a 100 km/h en poco más de cinco segundos tiene su miga. Y todo lo demás también.

En marcha urbana y a ritmos de cortesía, el M5 funciona como la seda: puedes hacer las rotondas en cuarta, y también ceder el paso en las incorporaciones sin quitar la tercera, porque luego aceleras y adiós muy buenas. Si hay curvas y el firme no es muy bueno, las suspensiones lo absorben todo: es incluso cómodo, y casi tan ágil como podría resultarnos un M3, aunque la palanca de cambios, de tacto un poco tonto, no hace esta vez honor a la tradición de la marca.

Es un monstruo de la carretera
Cuando vamos a todo trapo y necesitamos un crucero muy alto, no hay reproche que hacerle; acaso que la dirección flota un poco, o que los enormes pepinos traseros (275 ZR 18 en perfil 35...) mandan demasiado, tal vez porque la vía delantera, en contra de lo que debería ocurrir, no es tan ancha como la trasera. No creo tampoco que la cosa pudiera arreglarse utilizando cuatro ruedas iguales (las delanteras utilizan llantas de sólo 8 pulgadas de anchura).

Con el control de estabilidad desconectado hay que ir con buen ojo en las curvas de radio corto, porque este V8 de casi cinco litros anda sobrado de par y, si se nos va la zapatilla, hay que ponerse a trabajar. Pero merece la pena desconectar el dichoso DSC en itinerarios que te ofrezcan garantías, porque así quien manda eres tú, con el pie derecho; eso te permite trazar curvas de tercera haciendo deslizar un poco el tren trasero (en cuarta o quinta igual ya es otra cosa...) y sustituyendo el volante por el gas para corregir el rumbo. Qué gozo.

Si te gusta, date el capricho
Si eres aún joven pero ya te sobra algo de dinero, inviértelo en este coche. Porque esto no es un gasto, esto es una inversión: para el goce de los sentidos y también para la paz del alma. Acuérdate del M3, la berlina deportiva de su época (y vuelve a ser el de la nuestra), habla con quienes probamos en su día el fabuloso M6, traído a rastras de las carreras, y eso que tenía ciento y pico caballos menos que un M5 de hoy... Pero no te dejes comer la cabeza por quienes te hablen de un Mercedes AMG como alternativa; con eso correrás mucho, pero no será lo mismo: tiene menos caballos, no es ni de lejos tan emocionante, ni tiene tanto carisma. AMG tiene una impecable trayectoria en las carreras, pero este motor, el del M5 de BMW Motorsport, lo han parido los mismos que triunfaron en Fórmula 1 y acaban de regresar para volver a intentarlo. Y eso lo vas a notar siempre, todo el rato, aunque sólo sea mientras conduces hacia Dos Hermanas, Bermeo, Gérgal, Hospitalet, Cangas, Silla o Alpedrete. No se te quitará la sonrisa de la cara y darás por bueno cada gramo de gasolina consumido.

En el instante mismo de entregar este texto a ya.com, con el M5 aún en mi poder, no descarto que esta sea mi última prueba aquí, pues todavía estoy a tiempo de largarme con este aparato en busca de una nueva vida. Y Gigi Corbetta, su legítimo propietario, podría darme caza en el intento, como es su obligación, y la de la Benemérita en estos casos. Claro que también puede inmovilizarme directamente la propia Guardia Civil de Tráfico, aunque por otros motivos. No respondo de mis actos, porque esto, chavales, esto es lo que se dice un coche. Por si acaso, hasta siempre.

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