

Nos metemos con “grandes” como el Audi Q7, la cosa cambia. La culpable de este Q7 limusina es una empresa neoyorquina que se dedica a este tipo de conversiones, que por supuesto ha trabajado con Hummers y demás vehículos americanos.La base del SUV de Ingolstadt “sufre” la expansión de la distancia entre ejes hasta cifras abismales para acoger un gran interior con una capacidad de 14 plazas y un gran portón lateral que se despliega hasta la mitad del techo. En él, lo lujos y el estilo “discotequero” más extraño con tonalidad púrpura “nocturno” tienen cabida: asientos calefactados con piel de cocodrilo o de serpiente, pantallas TFT y hasta un estrambótico acuario que hace juego con los “fluidos” colores del techo, el suelo o las paredes.
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