Dicen que el hábito no hace al monje, pero ningún monje aparece a rezar los maitines vestido de roquero. Para bien o para mal, la imagen de las cosas pesa, a veces, tanto como lo que son de verdad.
Y en el Mini había una pequeña descompensación. El modelo que está a punto de desaparecer es un deportivo excepcional, cuya conducción divierte a raudales. Pero en su público abundan las personas que han visto en él un pequeño utilitario de lo más mono que quieren usar todos los días, y al comprarlo se han encontrado con que es incómodo, demasiado pequeño y con poco maletero. Vamos, buscaban al monje y se toparon con el roquero.
La nueva generación Mini acerca la filosofía del coche a su público natural; pasa a ser un vehículo que no ha perdido un ápice de atractivo visual y que ahora cumple todas sus funciones del día a día con mejores aptitudes: es más grande, tiene más maletero, superior confort y unos acabados interiores muy superiores. Pero los viejos roqueros nunca mueren, y aunque domado, el Cooper S sigue siendo un deportivo de los que enamora conducir.
Ahora es menos deportivo de serie, pero opcionalmente estarán disponibles suspensiones deportivas y sistemas que potencian la dinámica, de manera que puede seguir siendo el que ha sido siempre, pero sólo para los que lo deseen. Aunque más monje, este coche sigue tocando la guitarra eléctrica.
Evolución El Mini sigue plenamente vigente y sus diseñadores no han querido reinventarlo. Así que el cuerpo es totalmente diferente, pero la imagen es casi la misma. Por dentro, las cosas varían un poco más. Permanece el estilo de su predecesor, con los enormes relojes que muestran la velocidad y las revoluciones del motor en el mismo lugar que de costumbre, al igual que muchos accionadores, pero el salpicadero es nuevo por completo, y su calidad de factura es mayor. En definitiva, el ambiente que se respira es de superior refinamiento, pero de nuevo todo nos recuerda al anterior modelo.
Además, con 7 cm más de longitud, casi todos ellos invertidos en ganar espacio interior, efectivamente la cabina es más amplia, al igual que el maletero.
Nuevos motores
Dos nuevos propulsores darán vida al Mini. Ambos de 1,6 litros de cilindrada, generan 120 y 175 CV respectivamente. El primero da vida al Mini Cooper, mientras que el segundo, potenciado por un turbo Twin-Scroll, está reservado para el Cooper S. Su par máximo, de 240 Nm, está disponible en su totalidad a tan sólo 1.600 vueltas, lo que da una idea de la ingente fuerza que posee a bajas revoluciones. Ésta ha sido la clave para que el nuevo Mini sea más rápido que su predecesor: tiene muchos más bajos, y responde con mucha más presteza a nuestras órdenes.
Nuevos andares La dinámica del Mini es uno de los parámetros que más ha cambiado. Para empezar, la suspensión es más blanda, aunque sigue ofreciéndose opcionalmente una variante deportiva. Nada más empezar a negociar las curvas del Circuito de Zandvoort, en Holanda, lo comprobamos. Hay un poquito más de balanceo que antes, aunque el Mini sigue atravesando las curvas como un cuchillo la mantequilla.
Desconectando el control de estabilidad sorprende la enorme evolución en nobleza de reacciones. Aunque el morro continúa entrando en las curvas tan bien como siempre, la trasera es mucho menos nerviosa, y se maneja como un juego de niños. Va mucho más agarrada al firme y perdona errores graves de conducción, al contrario que antes. Un aspecto que no mejora, o incluso al contrario, es la tracción. Hay bastantes pérdidas al acelerar fuertemente, lo que nos hace ser más cuidadosos con el pie derecho. La dirección, por otra parte, también resulta ahora más burguesa que precisa.
En opción, cuenta con el botón Sport para hacer más directa la dirección y la respuesta del acelerador, también está disponible ¡un autoblocante! y, por último, la suspensión deportiva. Así armado, nuestro Mini sigue siendo casi el de siempre.
Fuente: Superauto
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